El Muro de los nombres y el Lugar de la reflexión

El Muro de los nombres. Si recorremos el segundo andén nos topamos con setecientos cuarenta y cuatro nombres proyectados en la pared. Son los nombres de los deportados que salieron con los primeros dos trenes, el del 6 de diciembre de 1943 y el del 30 de enero de 1944, con destino a Auschwitz. De estos nombres, solo los de color blanco representan a deportados que nunca volvieron, mientras que los nombres de color naranja son los que consiguieron sobrevivir (veinti siete en total; la única que sigue hoy en vida es la senadora Liliana Segre). Los arquitectos escogieron estos nombres como símbolo para representar a todos los demás, porque son los únicos de los que disponemos de documentación más o menos completa, al menos anagrafica. Sobre los deportados en los trenes sucesivos, se carece de información suficiente. Nuestro conocimiento acerca de ellos lo debemos a la Fundación CDEC.

 

El Lugar de la reflexión. Los arquitectos diseñan el lugar de la reflexión cuando el Memorial les pide un lugar para la oración. Estos responden a la petición con este espacio, que no pertenece a nadie y es de todos: es laico por definición. La instalación ha sido ideada como algo que se conecte a sitios parecidos, como la “meditation room” en Nueva York o la “Rothko chapel” en Houston.

La rampa para acceder a esta última etapa de nuestro recorrido en la Memoria es circular y algo inestable; da una sensación un poco molesta, parece como si el lugar le impidiese al visitante sentirse cómodo y le obligase a estar siempre alerta. Este lugar se contrapone al Observatorio, que nos llevaba de la plaza a la memoria y al pasado. La sala de la Reflexión sin embargo es un espacio que se desarrolla hacia lo alto, con una luz que baja desde el techo y que nos devuelve la esperanza.

El lugar de la Reflexión es la fase de transición entre el Memorial (que incluye el Observatorio, los Testimonios, el Andén, los vagones, el muro de los nombres) y el área del Laboratorio de la Memoria (que incluye la Biblioteca, el Centro de documentación histórica, el Auditorium, el Área didáctica y el Agorà).

Es el final del viaje en la Memoria y el comienzo de un nuevo recorrido en el presente de trabajo para el futuro.

El final del recorrido devuelve el visitante a la tensión entre las dos almas del Memorial: por un lado la incomodidad, el malestar, la memoria, el pasado; por el otro la esperanza, la reflexión, la reelaboración activa de ese pasado y la atención hacia el presente.

Son las dos almas del Memorial y de la misma memoria: la memoria es un recuerdo del pasado pero a la vez es un servicio para el presente y el futuro.

La barra de latón enclavada en el suelo e iluminada apunta hacia el Este, a Jerusalén: la ciudad santa para las tres grandes religiones monoteístas y la ciudad hacia la cual se vuelven para rezar los judios practicantes, tres veces al día. Simboliza la confluencia de civilizaciones diferentes en busca de un terreno común del cual volver a empezar.