Atrio de entrada y muro de la indiferencia

Indiferencia. Domina la entrada una pared que lleva tallada la palabra “indiferencia”: se trata de la primera instalación que da la bienvenida a los visitantes. Ésta palabra ha sido elegida por los arquitectos Morpurgo y de Curtis de acuerdo con la Senadora Liliana Segre. Ésta incisión, tan contundente, acoge a los visitantes recordándoles que ésta palabra es uno de los principales motivos por los que la Shoah fue posible. El muro que nos encontramos delante nos obstaculiza la visión, no nos deja ver lo que pasa dentro del Memorial. La indiferencia de esta pared no es la indiferencia de 1943 (cuando comenzaron las deportaciones): es la indiferencia del 1938 cuando se adoptaron las Leyes racistas, que rompieron la unidad de la sociedad italiana creando dos categorías y haciendo que una de ellas se convirtiera en víctima y fuese invisibilizada. Pasar por detrás del muro de la Indiferencia significa alejarse de la ciudad, y nos permite experimentar cómo habría podido sentirse alguien al ser alejado abruptamente de la sociedad de la que había formado parte hasta ese momento.

La rampa. La rampa acompaña al visitante más allá del Muro de la indiferencia, haciendo que desaparezca, transportándolo a un nivel superior respecto al de la plaza, de la sociedad, de la ciudad. La rampa separa claramente la parte auténtica del Memorial, lugar de la Memoria y escenario de los acontecimientos históricos, de su parte más cercana a la vida. Éste desnivel acentúa la separación marcada por el Muro, hace que sea posible literalmente tocar la doble personalidad del Memorial: por un lado la luz natural, el presente, la vida y la lucha contra la indiferencia. Por el otro, la oscuridad que acompaña el pasado y la Memoria.